domingo, 13 de septiembre de 2015

El problema de la infraestructura social y su efecto en las relaciones de género

El problema de la infraestructura social y su efecto en las relaciones de género.

“…En tales condiciones, el matrimonio, aún si resulta de una inclinación recíproca, muy pronto se transforma en un yugo intolerable que cada uno por su lado trata de olvidar en el vodka”
(Kollontay Alejandra, 1977)

Ahí donde posamos la mirada pareciera evidente que las relaciones entre los sexos se ven envueltas en diversas problemáticas, no solo entre ajenos, sino, en nuestra propia experiencia de la dinámica social, (esto entendido como el movimiento de interacción entre los individuos de una sociedad) así, podríamos corroborar con nuestro propio aprendizaje surgido de estos encuentros que para las relaciones hay en cada esquina un problema que amenaza con corromper, sino romper, el lazo afectivo de los individuos.

Es gracias a la asociación de los individuos que existe la cultura humana, la complementación natural permite el enriquecimiento de los mismos, permite crear maravillas físicas y abstractas y es esta misma complementación la que se ve constantemente amenazada por un factor social específico; la infraestructura social, o, el modo de producción de la sociedad en turno.

Karl Marx y Frederich Engels con su obra expusieron los excesos a los que llega este sistema capitalista como modo de producción como son la explotación asalariada, la perpetua crisis económica, la alienación, la miseria y demás fenómenos del sistema de libre mercado.

En el desarrollo de este texto nos enfocaremos en el efecto que tiene en las relaciones de género dicho sistema de distribución y producción de la riqueza social.

Es necesario para abordar este problema comprender la manera en que la personalidad va tomando forma en los individuos que participan de una dinámica social específica, este concepto, Personalidad, engloba el comportamiento socialmente observable, el código ético, las preferencias y expectativas de vida etc…

1: La personalidad:
(Desde la explicación de Maritza Montero de su estúdio “La personalidad básica” de Psicología Social)
La personalidad puede ser comprendida como un aparato algorítmico que responde al estímulo social. En este sentido la personalidad existe como una respuesta a la problemática social básica que,  desde una explicación biológica, se reduce a asegurar una posición de aceptación en su dinámica con los individuos con los que se relaciona, el ver en peligro esta aceptación genera en los individuos una crisis importante en su desarrollo. Siendo esta la premisa, la personalidad actúa como un sistema de resolución de problemas (por eso algorítmico) que reduce esta necesidad primaria a planteamientos comunes del convivir. En un primer momento sería el adecuar nuestro comportamiento en el entorno familiar, primer dinámica social en la que nos vemos inmersos, momento que será sucedido por diversas experiencias en la exposición al estímulo social.

De este modo podemos identificar al aparato de respuesta social, la personalidad, como el aparato abstracto que justifica el comportamiento del individuo.
  Carácter social de la personalidad:

“La acción de ese carácter social tiene un nivel tan profundo, que ella adapta y guía la conducta de los individuos, de tal manera que ésta deja de ser el producto de elecciones conscientes y pasa a ser un “…querer obrar como tienen que obrar, encontrando al mismo tiempo placer en obrar como lo requiere la cultura”.” 
(Montero Maritza, 1979, Pág. 275)

Como mencionamos el primer grupo social al que nos enfrentamos y que, configura la personalidad básica (los principios éticos) es el de la familia, esta partícula social se encarga de reproducir las ideas que justifican el orden de las cosas y de la sociedad por consiguiente aprendidos previamente por este proceso.

El segundo momento en la dinámica social es en los centros de educación  donde este mismo mensaje se presenta de manera más organizada y con una explicación cada vez más compleja de la realidad y de manera sistematizada aunque también se reproduce ajeno y paralelo a este sistema en los centros de educación (la opinión personal respecto a cualquier asunto social de un profesor expuesta frente a los estudiantes sin ser oficialmente el discurso del sistema educativo, por dar un ejemplo).

El tercer momento de la exposición al estímulo social es el encuentro con los medios de comunicación, estos se encargan ahora de hacer parecer seductoras estas ideas que constituyen el Status Quo social (al menos en su discurso habitual al ser utilizados por la clase social dominante y dependiendo del medio de comunicación específico del que se hable)

El orden de enfrentamiento a lo que Kardiner llamaría “experiencia social traumática” varía en cada caso particular. Aquí es tratado de esta manera por la relevancia que tiene cada uno en momentos específicos del desarrollo biológico de los seres humanos, así, el discurso Paterno no sería puesto en duda fácilmente frente a una contradicción encontrada en los medios de comunicación del mensaje social en una edad temprana.

2: “hombre y mujer ideal”
Este fenómeno del “hombre y mujer ideal” (o la idealización social de la personalidad) se encuentra  presente implícita y explícitamente en el discurso social, consiste la recopilación en el discurso de todos los aspectos de la personalidad que son bien vistos y alentados por la dinámica social, el hombre y mujer que “obran como lo requiere la cultura”.

Esta idealización de la personalidad  en el sistema capitalista no supone un modelo único, sino, uno adaptado a cada uno de las variantes de los individuos en cuanto a repartición del trabajo respecta, a su vez, resulta muchas veces contradictorio este mensaje (cosa que tiende a causar confusión, incertidumbre, angustia y lleva comúnmente a una  desviación del desarrollo de la personalidad),  toma forma a partir también del papel del individuo en la dinámica social (rol social) su clase social y por supuesto su género, en esta sociedad capitalista la idealización social de la personalidad resulta tan quimérica que hace de  la identificación  precisa de estos elementos una labor titánica que podría trabajarse en otro texto, aquí, nos acercaremos a la tendencia general y coincidencias en la configuración de la personalidad sin perder la vista en las relaciones de género.

La inestabilidad de esa idealización encuentra su origen en el sistema económico capitalista, al ser para la clase burguesa prioridad para la agenda (incluso del aparato estatal) el perpetuar la producción y el consumo y por tanto su enriquecimiento, echa mano de todos los medios para acomodar su mensaje de idealización social, de dejar su impresión en la personalidad de las masas, en dar a la sociedad su imagen y semejanza.
Si el lector quisiera comprender mejor donde se presenta esta idealización bastaría con encender el televisor unos minutos, navegar en internet o simplemente entablar dialogo con cualquier individuo respecto al tema para darse cuenta de que en efecto existe una tendencia que en este texto nos ayudara a aproximarnos al problema.
Para esto abordaremos esta idealización a partir de los géneros

3: La idealización a partir de los géneros

El Hombre idealizado:
La dinámica social arroja y reproduce una concepción respecto a la naturaleza (que es más bien una tendencia social) del varón particularmente dañina que puede resumirse en un “dicho popular”: los hombres no lloran.
El discurso social en general (el discurso dominante) condena la expresión de las emociones como un elemento más bien femenino, al varón que construye su personalidad básica se le condiciona su pertenencia y perpetuación en la dinámica social con la represión de sus emociones y pulsiones (posteriormente la liberación de su pulsión sexual será más bien la condición de su pertenencia a la dinámica social, cuando es bien visto y fomentado que el hombre posea numerosas parejas sexuales) y es esta cuestión anti-natural de represión lo que crea un algoritmo defectuoso y que no podrá más que causar daño en su capacidad de relacionarse con los individuos, la castración de la capacidad de expresión de emociones imposibilitara una complementación adecuada con cualquier individuo ya sea que haya intención reproductiva o no. 

A esta falacia la acompañan aquellas derivadas de complejos biológicos como es la idea del “Alfa” donde el macho entre machos domina su dinámica de grupo, en el contexto social humano, el varón debe pues escalar lo más alto del orden Jerárquico de la interacción social para recibir respeto y aceptación, siguiendo esta línea de complejos biológicos primarios está también el abandono del desarrollo de las cualidades intelectuales y éticas para concentrarse en adecuarse a los preceptos estéticos de la sociedad capitalista, en el varón, crear la musculatura se vuelve prioridad y guarda relación  con  la manera en que la sociedad fue tomando forma, resultaban ser los mejores especímenes para la procreación al poder asegurar el alimento al cazar y la protección con su fuerza física, al haber alcanzado una sociedad que ha superado ya la necesidad de cazar esto se vuelve un problema que desvía la personalidad del varón al causar frustración, ya que los parámetros estéticos de la sociedad capitalista son tan exagerados a partir de estos complejos biológicos que tienen la intención de ser inalcanzables, pero son presentados de manera tan seductora que pueden explotar todo un mercado de “promesas” de poder alcanzar este objetivo (esto ocurre en su manera muy particular con la mujer que es fuertemente violentada con la cuestión de alcanzar la estética burguesa).

El consumo le ofrece al varón lo que su algoritmo ahora desviado creé necesitar para satisfacer la premisa de aceptación social, al ser imposible cumplir estos parámetros el individuo maneja esta experiencia social traumática de manera en que la ansiedad sea liberada (el cómo recuperar la estabilidad  el individuo varía de acuerdo a la constitución previa del algoritmo)

La mujer idealizada

Este fenómeno tiene en general un proceso similar al del hombre con la diferencia de su posición subordinada ante la figura masculina como condicional para su pertenencia a la dinámica social, a la mujer de hecho se le castiga tener múltiples parejas sexuales, se le convence de ser inferior al hombre, de no tener las mismas capacidades que un hombre posee, que su deber esta delimitado a las tareas del hogar, a la crianza de los hijos, como mencionamos en el otro inciso, ella es sometida de una manera particularmente dañina a la necesidad de cumplir estos estándares estéticos inalcanzables a condición de encontrar una pareja sexual y aceptación social en general, al contrario del varón se le incita a ser sensible al extremo por ser considerado lo opuesto muy “varonil”. Es limitada pues a un objeto, a una propiedad del varón.

Lo que queda ahora es ver cómo el algoritmo masculino y femenino se relacionan de manera insalubre.

El Problema de género.

Es más bien evidente el conflicto si señalamos en primera instancia lo que ya pudo haber percatado el lector en la sección anterior; al varón se le esteriliza de la capacidad de expresar emociones y por consecuencia, de crear una relación afectiva plena y a la mujer en contraposición se busca hacerla vulnerable a lo emocional, la mujer acostumbrada a esta imagen del barón se la vive atormentada por la posibilidad de verse desplazada por alguien más sin ningún efecto emocional en su pareja, se le ve frustrada por no poder crear el vínculo emocional para el que fue preparado su algoritmo, se ve dependiendo económicamente de su conyugue y por tanto “atada a él”, muchas veces se le convence de la necesidad de tomar el control en la jerarquía social, y siendo el varón, adoctrinado, entrenado para dominar, busca mantener su supremacía. Podemos decir pues que el origen del conflicto reside en la necesidad de dominar o ser dominado, idea que es implantada a través de la idealización de la personalidad.

Desde pequeños (1er momento de la personalidad base) se nos enseña el juego capitalista del egoísmo y la propiedad como ley de la vida misma, todo pasa a ser mercancía, tiene un precio, es adquirido, esta lógica trasciende al capital para ser aplicada por los torcidos e insanos algoritmos en las personas mismas, reducidas a objetos de compra y venta, de manipulación y uso.
El alejar a los individuos de la reflexión profunda de estos temas no solo evita que los individuos puedan solucionar el problema de género sino que permite la permanencia de la hegemonía capitalista de clase, el status quo del libre mercado, el sistema de la alienación humana. 

Conclusión:

El modo de producción capitalista configura, de acuerdo a su lógica de producción y consumo, toda la cultura de la sociedad, crea varios modelos (con una tendencia general) de personalidad idealizada que se ve impresa en la personalidad de los individuos (aparato algorítmico de respuesta al estimulo social) que se ajusta a las particularidades que los rodean. Este proceso es dañino en razón de que le da a la lógica capitalista de la propiedad privada un estatus de “ley de la vida” que se aprovecha de ciertos “complejos biológicos” para adherirse al algoritmo de la personalidad y contrapone de manera antinatural al hombre y la mujer, dañando y limitando así la asociación sana de las personalidades. Solamente cuando este sistema sea superado, cuando la fuente de este daño en la sociedad humana sea removido podremos ver desencadenado el potencial que existe en la asociación humana, seremos testigos de las maravillas que puede producir  y podremos ver finalmente una sociedad sana donde la libre asociación de los individuos sea la condición de su correcto desenvolvimiento social.

Bibliografía

Engels Frederich (1953). El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, Moscú: Lenguas extranjeras.

Kollontay Alejandra (1977). El marxismo y la nueva moral sexual, México: Editorial Grijalbo.

Simone de Beauvoir (1928). El segundo Sexo, España: Editores Cátedra.

Salazar José Miguel, Montero Maritza, Muños C. Carlos, Sanchez Euclides, Santoro Eduardo, Villegas Julio F. (1979) Psicología Social, México: Editorial Trillas

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